Reynosa, Tamaulipas.— Eran apenas las primeras horas del día cuando el rugido de los disparos quebró la aparente calma de una ciudad acostumbrada, pero no resignada, a la violencia. En una escena que parecía sacada de una pesadilla, Ernesto Vázquez, delegado de la Fiscalía General de la República en Tamaulipas, fue asesinado en plena vía pública, víctima de una emboscada cuidadosamente orquestada.
Según testigos y primeros informes, hombres armados interceptaron su camioneta —una Cadillac Escalade negra—, la persiguieron, dispararon sin tregua y, finalmente, consumaron el asesinato. Acto seguido, incendiaron el vehículo como si quisieran borrar todo rastro. Pero el mensaje fue claro, incendiario en más de un sentido.
El asesinato de Vázquez no fue solo un ataque a una persona, sino una declaración de poder. Minutos después, la ciudad estalló. Enfrentamientos, bloqueos y persecuciones se desataron en sectores estratégicos como Jarachina Norte y Sur, el bulevar Mil Cumbres y el Viaducto Reynosa. La violencia se esparció como pólvora, sumiendo a miles en el miedo, y dejando en claro que esto fue mucho más que una ejecución: fue un golpe directo al aparato federal de justicia.
El despliegue de fuerzas de los tres niveles de gobierno no tardó. Patrullas, militares y helicópteros irrumpieron en las calles, buscando contener un caos que ya había dejado huella. Acordonaron la zona del atentado, pero también blindaron la ciudad entera. Lo que debía ser un operativo de seguridad se convirtió, para los ciudadanos, en otro recordatorio de la fragilidad con la que se vive en Tamaulipas.
Ernesto Vázquez era, para muchos, una figura discreta pero clave dentro del combate al crimen organizado. Su muerte no solo deja un vacío en la Fiscalía, sino que plantea preguntas incómodas sobre hasta dónde ha penetrado la delincuencia en el aparato del Estado.
Mientras las autoridades prometen justicia, la población vuelve a encerrarse temprano, a bajar las cortinas antes de la caída del sol. En Reynosa, donde la violencia parece no tener descanso, el asesinato de un delegado federal es más que una noticia: es una advertencia.
