Por Moisés Alcaraz Jiménez
Al inicio de las actividades de los actores políticos del actual proceso electoral para la sucesión gubernamental en Guerrero, nos encontramos con que la realidad política nos está marcando la pauta a seguir y sin dejar a un lado del análisis a ninguno de los institutos políticos y sus prospectos de candidatos, sin duda alguna será Morena quien siga concentrando la atención del electorado o del público interesado en estos asuntos.
La razón es muy sencilla, Morena prácticamente no tiene adversario enfrente y atendiendo las encuestas más serias que ya empiezan a circular, pero principalmente el pulso político ciudadano y el termómetro social, será de este partido de donde seguramente saldrá quien gobernará los destinos de Guerrero el próximo sexenio.
Por ello, la lucha más fuerte por la gubernatura está ocurriendo al interior de Morena y hasta ahora los demás partidos han tenido una escasa presencia dada sus evidentes debilidades que son infinitamente mayores a sus fortalezas, al grado de que su presencia en el electorado es por ahora imperceptible.
Ello explica también el éxodo de militantes y simpatizantes de otros partidos hacia Morena, muchas de esas personas son verdaderamente impresentables y ese éxodo no es de ahora ni ocurre sólo en Guerrero. Esos migrantes buscan posibilidades reales de alcanzar un cargo de elección popular y ven en Morena el único espacio desde donde les podría ser posible y más seguro lograrlo.
En este fenómeno de migración política hacia el partido gobernante debería haber un filtro depurador porque se están colando personajes repugnantes, con historial altamente tóxico, maligno y deprimente, que por ello mismo, esas personas podrían convertirse en caballos de Troya que pueden hacer labor de zapa en Morena y en consecuencia hacer mucho daño a la 4T, que ha marcado un punto de inflexión, un periodo de cambio muy importante que ha orientado a México hacia el desarrollo económico, político y social con justicia no visto en los últimos cien años en nuestro país.
Dentro de ese escenario ocurre en Morena un proceso interno de formación de agrupaciones, legítimas e imposibles de eliminar en todo partido pues son inherentes a la naturaleza de esos institutos políticos. Sin embargo, el surgimiento de esos grupos debe regularse con precisión mediante los ordenamientos legales que existen en los estatutos del partido, antes de que esos grupos con derecho a organizarse, se transformen en tribus o sectas que ven por sus interese grupales y no los del partido en su conjunto.
En el PRD está el ejemplo más acabado del poder destructivo de esas bandas entrópicas que llegan a apoderarse de los partidos cuando la legalidad y la institucionalidad no logran introducir el orden.
En esta lucha interna de Morena por la gubernatura ya se han formado con mayor consistencia dos o tres organizaciones con poder competitivo, pero sin duda alguna la fuerza dominante sigue siendo la que encabeza el senador Félix Salgado Macedonio. Sólo con miopía política podría verse otro escenario donde el fenómeno social, no sólo político, que el senador representa se vea como fuerza inferior a las demás.
A esas otras fuerzas no se les niegan sus potencialidades, mismas que, sin embargo, a la luz de la realidad política no alcanzan, al menos por ahora, el nivel de fuerza que tiene el movimiento social, que por lo mismo no se puede considerar como tribu o secta, que respalda al llamado Toro. Así como en lo externo Morena no tiene adversario de consideración, en lo interno la fuerza hegemónica es la que encabeza el senador Salgado Macedonio.
Tal vez el Toro no pueda ser candidato por las reformas constitucionales que esta semana fueron aprobadas en comisiones del Senado, no obstante, es claro que la persona a la que el senador respalde, hombre o mujer de acuerdo al género que se seleccione, llevará ya de antemano una gran ventaja sobre sus competidores.
