Por Moisés Alcaraz Jiménez
El gobierno de Silvano Aureoles en Michoacán constituye el paroxismo, es decir, en este caso la exaltación extrema de la corrupción de las estructuras caducas del PRD, de la caricatura a la que fue reducido ese partido, pero también representa lo peor del régimen expoliador que devastó al país a lo largo de 36 años de gobiernos neoliberales.
Fue esa corrupción lo que a fin de cuentas llevó al PRD a la extinción, camino que empezó a recorrer ese partido con la llegada a su dirigencia nacional de la secta cleptómana conocida como Los Chuchos, encabezada por Jesús Ortega y Jesús Zambrano, cuyo odio inaudito y patológico de éste último hacia López Obrador, lo hizo destacar de entre quienes, cargados de resentimiento patético y frustración agravada, se lanzaron a la yugular del tabasqueño.

Jesús Zambrano aún no puede digerir su derrota, no puede ver a AMLO ni en pintura y todavía a estas alturas, desde donde el llamado Tragabalas se pare, no deja de insultar a AMLO soez y grotescamente hasta llegar a causar estupor por tanta rabia que es capaz de concentrar un ser humano en su persona. Ello es digno de admiración, pero sobre todo de estudios clínicos que ayuden a entender tan lamentables patologías.
Silvano Aureoles es parte de las expresiones más acabadas de la deshonestidad galopante que envolvió a la última fase del partido del sol azteca, que tuvo con Peña Nieto los acuerdos más oscuros a los que pudo llegar lo que alguna vez fue la izquierda partidista más representativa de México. Silvano Aureoles, que quienes lo conocieron de cerca dicen que por donde pasaba dejaba un fuerte tufo nauseabundo, una fermentación con olor a hurto, es una de las partes visibles de aquellas negociaciones del PRD con Peña Nieto y su mafioso pacto por México, pacto de donde precisamente salió la gubernatura para el hoy prófugo de la justicia, justicia que se está tardando mucho en llegar.
Aureoles Conejo tenía que estar preso desde hace muchos años, pues lo que hizo no fue una gracia, fue un mega robo cínico, a la luz pública, un asalto descarado al erario y un saqueo de los bienes públicos hecho con saña inaudita, desafiando todo estado de derecho. Se tardaron mucho en aplicar la ley a este sucio personaje, que debió haber sido detenido desde el momento en que dejó el cargo, si no se podía antes por el fuero, porque era de esperarse que se diera a la fuga, como ocurrió.
Sin embargo, no debería estar prófugo por mucho tiempo puesto que ya se fueron sus protectores, aunque no se fueron del todo, más bien la mayoría de ellos nunca se fueron, pues en un hecho repugnante e inclemente, se sabe que Aureoles le heredó al actual gobernador de Michoacán, Alfredo Ramírez Bedolla, a casi todo el equipo con el que Aureoles gobernó o, más bien, saqueó Michoacán. Quienes formaban parte de las redes de corrupción encabezadas por Silvano, son quienes ahora están al frente del gabinete de Ramírez Bedolla.
Este caso es tan sólo un ejemplo de lo que tantas veces he comentado en este espacio: Morena debe poner filtros en sus accesos, pues ya se coló y se sigue colando, lo más nefasto e impresentable de destacados integrantes del viejo régimen que ya le empezaron a cobrar la factura a Morena y, lo más grave, a la 4T también, que no podrá caminar con ese lastre que la puede lesionar de gravedad.
El espacio no me permite mencionar a todos esos funcionarios de primer orden de Silvano que ahora son igualmente funcionarios muy cercanos a Ramírez Bedolla. Son más de 15 que antes estuvieron en importantes secretarías y otras dependencias y ahora sólo se cambiaron de área y ocupan desde la secretaría de Gobierno y la Fiscalía General del Estado, pasando por la coordinación del gabinete y la secretaría de Educación, hasta la coordinadora de Morena en el Congreso local que antes fue secretaria de Igualdad de Género con Aureoles, o quien fue suplente de Silvano en la diputación federal, que ahora es nada más ni nada menos que el dirigente estatal de Morena. No se trata de puestos de octavo nivel, son puestos clave del gabinete del actual gobernador.
El despilfarro, la suntuosidad y lo superfluo marcaron al gobierno de Silvano Aureoles, que fue de lujos insultantes con corrupción desenfrenada. En fin, así gobernó la derecha en México en la fase de mayor decadencia del neoliberalismo, que en nuestro país fue una especie de neoporfirismo.