TRUMP, UN PROVOCADOR RACISTA QUE LLEVA A SU PAÍS AL CAOS

Por Moisés Alcaraz Jiménez

Se veía venir y esto apenas empieza: Trump, convertido en un provocador energúmeno de altos vuelos, incita a la violencia mediante la agresión, las amenazas y atropellos a las comunidades latinas que radican en los Estados Unidos y este fin de semana, ante el hartazgo social por tanto abuso y excesos del fascista magnate, estallaron las protestas en Los Ángeles, que seguramente se extenderán a otras partes del país.

El supremacista ocupante de la Casa Blanca logró uno de sus objetivos: que los migrantes reclamen respeto a sus derechos mediante el único camino a su alcance una vez que Trump no respeta ni sus propias leyes, las movilizaciones públicas, las protestas en las calles, que el delirante mandamás rápidamente calificó de insurrección, de rebelión encabezada por agitadores pagados contra la autoridad de los Estados Unidos y de inmediato ordenó la represión militar con dureza y fuerza excesiva. Ayer un helicóptero sobrevoló a los manifestantes en Los Ángeles y desde ese aparato, con potente altavoz, se les amenazó diciéndoles: los tenemos gravados, iremos a sus casas por ustedes.

La coartada de Trump está clara, provocar para generar protestas que le abran el camino a la aplicación sin obstáculos de su criminal política de redadas masivas, encarcelamientos de dirigentes de las protestas y deportaciones a los campos de concentración que el hitlercito Bukele tiene en El Salvador o, más lejos, a África, donde Trump también ha encontrado centros de confinamiento inhumanos.

Las deportaciones que prometió Trump a las hordas xenófobas y clasistas que lo llevaron al poder, están estancadas pues se sustentan en la ilegalidad, ahora el magnate tiene la justificación ideal para cumplir sus promesas de campaña, calmar al salvajismo racista antimigrante y de paso buscar mejorar sus índices de popularidad en la extrema derecha, que están por los suelos. A partir de ahora el gobierno espera deportar diariamente a un mínimo de tres mil personas. La pradera se va a incendiar, en parte es lo que Trump busca, pues con ello viene la represión y crecen las posibilidades de mayores deportaciones masivas.

La militarización del país para reprimir los reclamos está en marcha, Trump ha dicho que enviará a más de 20 mil soldados a los lugares santuarios de los migrantes. Las tropas tendrán la función de apoyar a las corporaciones policiacas migratorias, labor que desarrollarán sin ningún respeto a los derechos humanos y fuera de los márgenes de la legalidad. Los militares, entre ellos posiblemente los sanguinarios marines, serán enviados bajo las consignas racistas de Donald Trump de que los migrantes son insurrectos, rebeldes izquierdistas radicales que hay que expulsar, criminales que han invadido a Estados Unidos y que están destruyendo al país.

En el paroxismo de sus delirios, el fascista mandamás de la Casa Blanca, declaró que en Los Ángeles, turbas violentas estaban atacando a las fuerzas del orden, cuando lo que ocurría era exactamente lo contrario. Declaración similar hizo la vocera de la Casa Blanca, Karoline Leavitt, y otros altos funcionarios del ala dura trumpiana, que están haciendo resurgir las peores épocas del racismo y la xenofobia.

El gobernador de California, Gavin Newsom, y la alcaldesa de Los Ángeles, Karen Bass, pidieron mesura a Trump en una actividad que podría llevar al caos a los Estados Unidos, en respuesta, ambos funcionarios recibieron la amenaza de parte del ultra racista zar de la frontera, Tom Homan, de que podrían ser detenidos por obstruir la justicia, lo cual nos indica el grado de alucinación que prevalece en los altos mandos de la extrema derecha que ahora gobierna los Estados Unidos.

En lo interno Trump ha generado repudio a su gobierno y llamados generalizados a la cordura de parte de la población estadounidense, que observa cómo su gobierno lleva a un callejón sin salida a su país. El respaldo social de Trump se reduce cada vez más sólo a las sectas supremacistas y xenófobas, enfermas de odio, que alientan al magnate a radicalizar sus posturas, sin importar el costo que la nación tendría que pagar, que podrían ser severos conflictos sociales en momentos en que la superpotencia enfrenta en lo externo el gran reto de preservar su hegemonía frente al avance acelerado de China, que es una gran amenaza a la ya endeble supremacía yanqui.